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miércoles, 18 de marzo de 2009

Desertora




Llegaste una mañana de inadecuada sorpresa,
cuando las calles eran tumbas de cenizas profanadas,
y los árboles guaridas de inocentes transeúntes.
Llegaste a mi suelo de guerrillas ahumadas,
cuando los racimos de huesos florecían en la sangre,
y mi patria era un baldío de noches alargadas.

Me viste disipado en la niebla del abismo,
me observaste con las armas de mis débiles cuadernos.
Me nombraste entre el influjo de la cruenta lejanía,
madurando en el latido del miedo y la sospecha.

No miraste cuando el río atravesaba por mis campos,
no sentiste que arrastraba mis huellas en su cauce,
no arriesgaste tu nombre ante las lanzas que cruzaban,
no jugaste tus barajas de tahúr disminuido.

Te quedaste entre el éxtasis rotundo de la guerra,
detrás de las murallas que cubrían tus postales.
Cruzaste el horizonte de temores e inquietudes,
protegida en corazas de aceros y de arneses.

No viste cuando el arca me sacaba de los mares,
no escuchaste mi grito de sauce enamorado,
no espantaste los fantasmas que cubrían mi regreso,
cuando las calles, eran lapachos de rosadas cabelleras,
y mi patria recobraba sus jardines de soles y de lunas.

Te quedaste acurrucada como un feto,
en tu vientre de greda y de semilla.

Te quedaste sin orillas, varada, en medio del camino.

Walter Faila

1 comentario:

Maria Lua dijo...

"Te quedaste acurrucada como un feto,
en tu vientre de greda y de semilla.

Te quedaste sin orillas, varada, en medio del camino."

Bellísimo poema, querido amigo
Walter... versos que seducen...
Un beso de alma para alma...
Con cariño
Maria Lua

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